Priorizar al cliente rentable

Publicado el 7 de diciembre de 2010 por Alberto Córdoba

¿Cómo lograr satisfacer al cliente pequeño, centrándose al mismo tiempo en el cliente grande?

La serie Mad Men nos da un ejemplo estupendo

El arte siempre ha prestado muy poca atención al mundo laboral. Son muy pocas las obras literarias, cinematográficas o televisivas que partan del trabajo para hablar de la vida. “Mad Men” lo hace.

Cada uno de sus episodios es un manual de management. El de ayer me ha movido a escribir. El conflicto es muy simple, es tan común que resulta decisivo. Los protagonistas trabajan en una agencia publicidad. Y esta agencia tiene un cliente fiel, un cliente de siempre. Se llama Mohawk y es una aerolínea mediana. Genera 1 millón de dólares al año y están encantados tanto los que dan como los que reciben.

Ahora bien, el Director Comercial conoce a un pez gordo. Es de American Airlines y ve la posibilidad de firmar un acuerdo con ellos. Podrían ser hasta 7 millones anuales. La única condición es exclusividad, es romper el contrato con Mohawk. La potencia vence al acto, y los gestores deciden cortar al cliente actual y centrarse en el potencial.

¿Nos suena? ¿Hemos sentido alguna vez como cliente que pasan de nosotros y se centran en el grande?

Pensemos en las consecuencias. ¿Qué hará Mohawk? ¿Qué hará American Airlines?  ¿Qué pensará el entorno de relación de la gente de Mohawk? ¿Qué opinión se generará en el mercado?

Uno no es lo que vende, es lo que hace, es lo que consigue. ¿Qué está haciendo la agencia al focalizarse en el grande? Mandar un mensaje al chico y al grande. Al chico, no vales nada. Al grande, no me importan los clientes, me importan los negocios.

Así son las políticas de retención de muchas compañías. Te bajan el precio sólo cuando te quieres ir. Te consideran alguien cuando amenazas. Reclaman con actos la filosofía de “el que no llora, no mama”. Así son las políticas de captación de muchas empresas. Con ofertas “sólo para no clientes”. Con mejores condiciones para el potencial que para el existente. Con más cariño al de fuera que al de dentro.

¿Qué se consigue con eso? Todo y nada. Todo, porque parece que facilitar captar. Nada, porque demuestras que el cliente te da igual.

Ahora bien, las compañías nacen para ganar dinero. Y tienen que conciliar políticas de largo plazo con ingresos a corto, generación de clientes fieles con rentabilidad inmediata. ¿Cómo lograrlo? ¿Cómo dar un trato preferencial a los clientes que más pagan sin herir a los que menos pueden?

La respuesta es clara: con un único modelo de relación con el cliente. Un modelo igual para todos. Un modelo que tenga la misma filosofía, los mismos ejes, iguales valores para el cliente pequeño y para el cliente grande. Y sin embargo, que permita relaciones más intensas y personalizadas con los mejores clientes.

Y el cliente pequeño lo entenderá. Lo entenderá si vive lo mejor de nosotros y si además se lo explico. Más que nunca, será necesaria la transparencia y la pedagogía. Siendo claros y enseñándole, podremos además generar deseabilidad, querer ser más.

Se ha hecho en muchos negocios. La tarjeta de fidelización en las propias aerolíneas es un ejemplo tan simple como nítido. Gozas de la esencia, sabes los porqués y sabes qué hacer para ser más. Lo comprendes y te ligas. Sigues siendo cliente pequeño, pero sigues siendo lo que tienes que ser: cliente preferencial.

¿En qué otros negocios ves que ligan bien el foco en el gran cliente y el respeto al pequeño?

Comentarios (1)

 

  1. ¡interesante artículo!

    En mi opinión, si esto es difícil para empresas medianas/grandes, para el pequeño empresario aún lo es más.
    Me consta que emprendedores individuales lo pasan francamente mal, cuando su nivel de ventas aumenta tanto que uno sólo es incapaz de dar respuesta a todos sus clientes. Es una cuestión de capacidad, solamente solucionable tomando o bien la decisión de contratar empleados o bien empezar a rechazar clientes. Una mente emprendedora tomaría la primera opción como la favorita.
    Pero tendremos que considerar no sólo si económicamente es viable (hay tanto trabajo para poder contar con una persona adicional? tendremos que optar por colaboradores freelance o contratos temporales?) sino si el nivel de calidad en el servicio que nuestro colaborador podrá ofrecer será el adecuado.

    Tengo colegas ilustradores que se encuentran en esta tesitura.
    Dado que en el mundo de la ilustración, lo que premia es si tu estilo gusta o no, y además ese estilo es díficilmente reproducible por otros, lo de perder a un cliente a veces es irremediable. En general acaban colaborando unos con otros para precisamente tener que evitar perder a un cliente, aunque imagino que siempre se exponen a que su cliente no les guste el nuevo estilo.

    Ese momento clave entre el que el empresario individual lo es, hasta que empieza a delegar encargos a otros empresarios me parece crítico, pues uno debe replantearse de nuevo los riesgos no sólo a nivel puramente económico sino en el impacto potencial a los clientes.

    Un saludo, y enhorabuena por el blog!
    Cristina

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